lunes, 7 de diciembre de 2009

CATALEPSIA


EL PELIGRO DE LA CATALEPSIA

Néstor Kirchner sufrió un revés en su debut como diputado nacional: la oposición consiguió presidir la mayoría de las comisiones y obtuvo la vicepresidencia primera de la cámara.

Por Gabriela Pousa (*)

Catalepsia. (Del lat. catalepsis, y este del gr. κατάληψις, acción de coger, sorprender).
1. f. Med. Accidente nervioso repentino, de índole histérica, que suspende
las sensaciones e inmoviliza el cuerpo
en cualquier postura en que se lo coloque.
Diccionario de la Real Academia Española

El canal oficial, aquel que todos los argentinos solventan con sus impuestos, transmitía un partido de fútbol. No habría nada más importante... “Fútbol gratis”, para “todos y todas” como diría la Presidente en su obsesión por la inclusión de género. A propósito de ello, habrá sentido (o debería haber sentido) satisfacción al observar – calculo que por televisión – a dos mujeres de la política tomando las riendas de un recinto con "hinchada" más parecido a la famosa Bombonera cuando se está jugando la previa, que a una Cámara de Diputados de un país civilizado.

La tarde palidecía. Las horas en la Argentina son siempre arbitrarias: no las determina ninguna cronología básica sino los imponderables con los cuales cada ciudadano se topa día tras día. Si acaso la jura estaba anunciada para las 17 horas, ¿qué importancia tenía que comenzara una hora y media más tarde? El tiempo de los argentinos es, para los gobernantes, algo desechable y ya se había dispuesto que esa tarde quienes trabajan en el microcentro tendrían vedados los accesos. La obsesión de Néstor Kirchner por la calle. No comprenden o prefieren ignorar aquello del tiempo como recurso no renovable. Al anecdotario pueden sumarse dos cuartos intermedios también más largos de lo anunciado. Desprolijidades que en el conjunto pasaron desapercibidas, tampoco eso es novedad en la Argentina.

No hace falta ser analista político para imaginarse qué pasaba fuera del recinto. El capricho del ex mandatario pesaba sobre los acuerdos logrados por sus propios funcionarios. Y hete aquí el verdadero eje del problema. Si bien la oposición, entendiendo por ésta la sumatoria de individualidades que se oponen a la metodología kirchnerista, logró dar un paso adelante, el mayor obstáculo que le espera al oficialismo en el recinto se centra en sí mismo.

El modus operandi del ex mandatario es en extremo sanguíneo. Todo cuanto puede ser acordado a las 4 de la tarde por el bloque en su conjunto, a las 5 puede toparse con un repentino cambio de humor que exija que aquello que se pidiera blanco termine siendo amarillo o incluso negro. Kirchner es impredecible en su agonía. Como la lombriz, aun partido al medio, es capaz de mover las piezas. Su futuro político está muerto es cierto; no así su capacidad de daño presente.

El error político del jefe del Justicialismo no hizo sino poner en evidencia el momento de debilidad en que se encuentra. En otras circunstancias, no hubiese cometido semejante desatino. Enfrentar un acuerdo que costó demasiado, minutos antes de bajar al recinto con medio país observando el espectáculo, tendría un costo alto. Kichner no logró soportarlo. En el segundo pedido de cuarto intermedio se fue, con pena y sin gloria, casi huyendo de un escenario que le incomodó demasiado. ¿Volverá? Posiblemente menos de lo esperado.

El quórum en la Cámara Baja está perdido, eso no implica, sin embargo que se quede de brazos cruzados. No olvidemos un detalle: no se trata de un dirigente político más. Hablamos de un ex mandatario que sigue mandando y un candidato presidencial reincidente. El dato no es menor porque no será en las internas partidarias donde se defina su suerte y candidatura. La definición se habrá de gestar, a partir de Marzo del año próximo, en ese preciso sitio de su incomodidad.

Ante toda derrota, Néstor Kirchner reaccionó de manera similar: guardó silencio por algunas horas y contra atacó sin sutilezas. Lo hizo cuando perdió Carlos Rovira en la provincia de Misiones. Aquello que significaba en apariencia el fin de las reelecciones derivó en la postulación de Cristina como candidata a Presidente de la Nación. Situación semejante se vivió cuando al “voto no positivo” de Julio César Cobos se lo tomó como un punto de inflexión. Se abrieron hasta foros de comunicación pidiendo instaurar al 17 de junio como día del Congreso Nacional, pues la derrota al pretender sancionar la llamada 125 hizo creer que culminaba la etapa de un Parlamento émulo de una escribanía, apéndice de un Ejecutivo.

Al tiempo, allí se aprobó la estatización de las AFJP, la ley de Medios, se prorrogaron los superpoderes, se avaló el presupuesto, la extracción compulsiva de muestras de ADN, y hasta la reforma política salió sin anestesia como una orden explícita emanada de Olivos y Balcarce 50. El exitismo argentino y demasiados años de opresión y mentiras lograron, sin embargo, que la tarde-noche del pasado jueves 3 de diciembre se viviera como un respiro.

Lo paradójico es que el mismísimo Kirchner fue el artífice del derrotero, y de la trascendencia que se le diera posteriormente. Incluso fue él quién propició una alianza – frágil o no – entre figuras con ideologías sustancialmente distintas.

“La esperanza es lo último que se pierde”. Nunca esa frase se ha repetido tanto como en estos últimos tiempos. No la ha perdido el pueblo pero tampoco se perdió en el seno íntimo del kirchnerismo. Allí analizan las herramientas que pueden torcer el control de las fuerzas capaces de aliarse no ad eternum pero sí llegada la ocasión. El veto es la amenaza primera, pero ¿hasta qué punto la sociedad toleraría una “vetocracia” indiscriminada? Sería la anulación misma de la institución parlamentaria. Posiblemente muchos hicieran caso omiso, pero hay custodias severas que no se callan cuando el atropello es intensivo.

Otro dato a tener en consideración: la mayoría alcanzada solamente por un voto en las comisiones es un arma de doble filo. No todos los diputados electos tienen precio, pero hay muchos que, gracias a las listas sábana que la reforma sancionada no contempla siquiera, son ignotos personajes sombríos, capaces de darse vuelta de la noche a la mañana. Todo pende de un hilo. Nada está definitivamente dicho.

Si acaso la danza de candidaturas presidenciales se cuela en medio de un año en que el Congreso debería tener el protagonismo, o las miserias del individualismo pesan más que la representación popular que fue, en definitiva, la que ganó la primer pulseada la semana pasada, es factible que la historia se repita, y Graciela Caamaño, Raquel Satragno, y la mismísima alianza de la “oposición” terminen sumando a la lista de providenciales en las que la sociedad ha confiado aparentes cambios que no fueron tales.

Suele decirse que una imagen vale más que mil palabras: basta pues con observar el “rigor mortis” de Néstor Kirchner sentado en su banca. Claro que la catalepsia existe, y si no se cierra el cajón a tiempo, es factible que la “resurrección” nos surta otra bofetada antes de que vuelva a sonar la campana en el escenario donde se depositó, probablemente, la última esperanza.

(*) Lic. GABRIELA R. POUSA - Licenciada en Comunicación Social (Universidad del Salvador), Master en Economía y Ciencia Política (Eseade), es autora del libro “La Opinión Pública: un Nuevo factor de Poder”. Se desempeña como analista de coyuntura independiente, no pertenece a ningún partido ni milita en movimiento político alguno. Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza de "Economía para Todos", Queda prohibida su reproducción sin mención de la fuente.

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