lunes, 19 de febrero de 2007

Una esperanza para Guatemala

Icono de la lucha por el reconocimiento de los derechos aborígenes en Latinoamérica, Rigoberta Menchú volvió a ser noticia esta semana tras anunciar su intención de postularse como candidata a las próximas elecciones presidenciales de Guatemala, el país más poblado de Centroamérica.

Nacida en 1959, Menchú aprendió desde pequeña a vislumbrar las injusticias a que eran sometidos los pueblos nativos de su país. Trabajó desde los cinco años en plantaciones de café, en catastróficas condiciones –que constaron la vida a varios de sus amigos y hermanos- y sumida en la pobreza. Su padre, defensor de los derechos de los campesinos indígenas, murió en 1980 junto con un grupo de activistas que protestaban en la embajada de España, cuando la policía incendió el local quemando vivos a los que estaban dentro.

Menchú, desdeñando la violencia como medio para conseguir los fines buscados, se embarcó en una campaña pacífica de denuncia de la violación de los derechos humanos de los campesinos indígenas. Perseguida por el gobierno dictatorial, huyó de su país y recorrió el mundo con su mensaje, reclamando también por la situación de la mujer indígena en Hispanoamérica. El hito de su recorrido estuvo en Nueva York, cuando su discurso llegó a la Asamblea de la Organización de Naciones Unidas. En 1992, año del quinto centenario del descubrimiento de América, Menchú fue reconocida con el Premio Nobel de la Paz, por su labor a favor de los aborígenes latinoamericanos.

Con este importante currículum, y aprovechando el capital político que le brinda el amplio reconocimiento internacional a su labor, esta mujer de Uspantán busca revivir lo que sucedió –análogamente- con Evo Morales en Bolivia: ser la primer indígena presidente de su país. Afirmando que los aborígenes de Guatemala han sido siempre “electores pero nunca elegidos”, espera capitalizar políticamente el apoyo de su pueblo para otorgarle el espacio que le corresponde en las instituciones guatemaltecas.

Guatemala conoció pocas épocas de estabilidad política y económica como la que transcurre hoy. Siendo en un principio colonia española, luego “sierva de España” – si bien ya era independiente, después de 1821 los intereses económicos españoles siguieron siendo muy marcados – y finalmente súbdita de los intereses de las corporaciones fruteras estadounidenses (posiblemente inspiración del trágico fin del Macondo de Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad – en 1898 se instaló la poderosa compañía bananera United Fruit y por mas de sesenta años manejó a los políticos de turno serviles a sus intereses, desembocando en 1970 en una sangrienta guerra civil-), la nación cuna de la cultura maya dilucida hoy una nueva esperanza en el horizonte. Rigoberta Menchú representa una esperanza para muchos guatemaltecos y para la mujer de Latinoamérica. Ojalá los vientos aborígenes puedan limpiar los establos de Augias, poniendo fin a una historia ceñida por enfrentamientos entre hermanos.

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