ESA SENSACIÓN.......
ESA “SENSACIÓN” DE INSEGURIDAD
Por Malú Kikuchi (3/9/11)
Candela Sol Rodríguez, 11 años, buena
alumna, graciosa, con ojos chispeantes y flequillo, el lunes 22/8/11 salió de su casa en Villa Tesei, partido de Hurlingham, para asistir a una reunión de boy scouts en la iglesia de San Pablo Apóstol, a las 3 de la tarde, dobló en la esquina… y desapareció.
La madre de Candela hace la denuncia y a partir de ese momento se ponen a disposición de la búsqueda de la chiquita, el gobernador Scioli, el ministro de justicia y seguridad Ricardo Casal, el jefe de la bonaerense, Juan Carlos Poggi, 1.000 policías, gendarmería, 1.600 agentes de refuerzo, 2 helicópteros, 16 perros rastreadores, 143 móviles policiales identificables.
Se hace un rastrillaje casa por casa en la zona; el 25/8, la presidente recibe a la madre de Candela durante 40´; la provincia ofrece una recompensa de $100.000 y Missing Children + la red solidaria + artistas y deportistas, organizan las “48 horas por Candela”. Es durante esas 48 horas que aparece el cadáver. Después de nueve (9) días.
El cuerpo, desnudo, limpio, con signos de haber sido alimentada, sin señales de abuso de ninguna clase, es encontrado por una cartonera, en una bolsa de plástico, en el Acceso Oeste, a la altura… de Villa Tesei.
Candela Sol, ¡qué nombre tan luminoso para un final tan oscuro! Porque lo indiscutible en esta trágica historia, tan igual a otras tantas argentinas y trágicas historias, es que la chiquita está muerta. Asesinada. Estrangulada con las manos. ¡Un horror! Uno más y van….
Ahora empiezan las conjeturas y las teorías. Que si la familia de Candela tiene algo que ver; que el padre está preso por un tema de piratería del asfalto; que la madre hablaba como si supiera quienes tenían a su hija – “Mamita, sé que me estás escuchando, te cargué una tarjeta, mandame un mensajito”-, o puede que sea una venganza, o un ajuste de cuentas.
También se evalúa un secuestro extorsivo, o un tema de narcotráfico, o de trata de personas o tantas otras posibilidades que estén al alcance de la imaginación de cualquiera. Y puede que alguna, o todas estas teorías y conjeturas sean ciertas. Lo único indiscutible, es que Candela fue asesinada. Por la razón que fuese, alguien decidió que Candela viviera sólo 11 años.
Lo único cierto, lo único seguro, es que la sociedad argentina ante la inseguridad está indefensa, inerme, desamparada, desvalida, abandonada, desprotegida. Y la inseguridad no es “una sensación”, es una dolorosa realidad. Candela “no siente” que fue asesinada. Lo fue.
La inseguridad y su contra cara, la seguridad, son decisiones políticas que se toman desde el estado. UN ESTADO QUE TIENE LA OBLIGACIÓN INDELEGABLE DE PROTEGER A LA POBLACIÓN. El estado no tiene porqué regalar “fútbol para todos”, ni hacer que los que nunca van a poder darse el lujo de viajar en avión, paguen por las pérdidas de Aerolíneas Argentinas, hoy en manos de la Cámpora; ni tiene porqué invertir en empresas de todo tipo, pero tiene que ser el garante de la seguridad
Hay que decidir en serio terminar con la inseguridad. Por supuesto que este gobierno no es el inventor de la delincuencia, ésta viene desde lejos y es inherente a la especie humana. Pero la permisividad de estos tiempos, que se incrementa a partir del 2003; el avance del narcotráfico, el mal llamado garantismo en el poder judicial (todos alumnos de la escuela de Zaffaroni, el juez de la Corte que alquila sus departamentos a prostíbulos), sumado al destrato compulsivo hacia las fuerzas policiales, hacen un combo que termina indefectiblemente con hechos como el del asesinato de Candela.
Si se acusa permanentemente a la policía de estar en connivencia con los malhechores, y probablemente algunos policías lo estén, pero otros, no, lo que se consigue es que la población no confíe en ellos, por lo tanto no les preste la colaboración necesaria en cualquier investigación. Si una vez detenidos los malhechores, jueces “compasivos” los dejan en libertad, o les morigeran las penas, el moño de esta sumatoria de hechos es un asesinato aberrante como el de Candela.
Nadie pretende que se acabe con la inseguridad de la noche a la mañana. Pero se puede acotar, disminuir, hacer que la vida de las personas cuente y no se la ande rifando por el solo hecho de vivir o visitar Argentina (recordar las turistas francesas en Salta).
Colombia era un país invivible, los bebés colombianos nacían con la presunción de ser narcotraficantes, hasta que llegó el presidente Uribe y la situación cambió en forma radical, para bien de los pobladores y para mal de los delincuentes. Lo mismo sucedió con la ciudad de Nueva York, en su momento una de las más inseguras del mundo, hasta la llegada del alcalde Giuliani y su teoría de la “tolerancia cero”. Hoy, Nueva York es segura.
Dice el fiscal general de Morón, Federico Nieva Woodgate: “Ha fracasado el sistema de investigación”. ¿No piensan cambiarlo por otro sistema más eficiente, con sicólogos capaces de hacer perfiles criminales, con una policía científica preparada para este tipo de casos? ¿O son necesarias otras Candelas para empezar a hacer algo al respecto?
Por supuesto que no es fácil y por supuesto que implica un enorme trabajo desde muchísimos ángulos diferentes y complementarios, pero se puede. El problema es que todavía desde el gobierno no se ha tomado la decisión y parece que no sabe qué hacer. No hay que inventar nada, hay que copiar a aquellos países que lo hacen bien.
Pregunta absolutamente impertinente, pero pertinente en cuanto al caso. Cuando los votantes vayan a votar el 23/10/11, ¿recordarán a Candela y los otros muchos desaparecidos y asesinados? Si recuerdan, ¿a quienes le imputarán la “sensación” de inseguridad? ¿Quiénes pensarán que son los responsables después de ocho (8) años de gobierno? ¿Los opositores?
“No es terrorismo de estado, es terrorismo SIN estado”. (Santiago Kovadloff, La Nación, 3/9/11). Mortalmente cierto.
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