A UN TRIS DE LA GUERRA CIVIL
Un hombre de casi 70 años pudo evitar que tres ladrones que habían entrado en su casa de Floresta ayer hicieran una masacre con él y su familia -como están acostumbrados a hacerlo-, porque tenía un arma y consiguió sacarla y matar a dos de ellos y al tercero dejarlo malherido.
Después del crimen de la Sra. Sandra Almirón, de la Arquitecta Renata Toscano, de la Sra. Irene de Rosa y de su hijo Enzo Galeano (éste en silla de ruedas, ambos muertos a puñaladas) y de la horrible golpiza, probablemente mortal, que recibió la Sra. María Ester Gigena, de 69 años, ayer en La Plata, este señor de Floresta y su familia tenían pocas posibilidades de sobrevivir a la audacia de los delincuentes que penetraron en su casa mediante amenazas contra su hijo que había sido tomado de rehén, sino hubiera sido por el arma que tenía y manejó con coraje.
* * *
En vista de esto y de la ola de crímenes que invade el país, especialmente al Gran Buenos Aires, ante la cual la Policía es impotente (no puede prever adonde y cuando atacarán los criminales dentro de una hora) es obvio para cualquier persona de buena fe que la única forma de parar esta sangría de gente honrada es permitir que esa gente se arme, enseñarle como usar su arma y dictar una ley por la cual la defensa propia esté amparada y no sometida a interminables tramitaciones y costosos procedimientos judiciales.
Si los criminales supieran que casi todas las personas honradas están armadas se cuidarían muy bien de continuar con su "raid" de asaltos y asesinatos. Sabrían que se exponen a ser muertos en el sitio por un inadvertido transeúnte, por un pacífico vecino, por una persona cualquiera con suficiente coraje y amparo legal que se encuentre en el lugar.
Por supuesto que la tiranía ha adoptado la política contraria, como aliada que es de la delincuencia, a fuer de colega en la comisión de delitos. O sea, intenta desarmar a la población, dificulta los trámites ante el Registro de Armas (que, en cambio, facilita al máximo a los piqueteros y a otros amigos del régimen) y se jacta de haberse incautado de no sé cuantos miles de revólveres y pistolas. Lo que no dicen es que esas armas, probablemente, han ido a parar al "stock" de armamento que tienen preparado para cuando resuelvan desenmascararse y substituir a las FFAA por sus fuerzas irregulares.
No hay otra manera de parar la ola de delitos sino esta. No sé qué falta para que la opinión pública se convenza. ¿Cuantos muertos habrá que agregar a la lista de víctimas de los criminales para que los legisladores reconozcan este hecho innegable?
Lo que pasa es que no se trata de convencerlos. Ellos lo saben muy bien pero no quieren, positivamente no quieren, que la población honesta esté armada porque le daría posiblidad de oponerse no sólo a la delincuencia sino también a un golpe de Estado al estilo del Octubre ruso de 1917 en que sin disparar un solo tiro, los bolcheviques se adueñaron del poder.
* * *
Pero hay más. Mientras escribo estas líneas tengo que soportar el ensordecedor estruendo de uno de los cientos de piquetes que torturan a los porteños todos los días, cortando calles, amenazando con sus palos y escopetas caseras, enmascarados para asegurar su total impunidad y protegidos por la Policía que tiene orden de la tiranía de permitirles hacer lo que quieran, inclusive romper cosas, herir y matar a los ciudadanos pacíficos que osen oponérseles.
Durante más de media hora fuí forzado a oir el sonido de parlantes gigantescos con músicas ordinarias hasta la náusea. Ahora, debo soportar el batir de poderosos tambores. Es inútil llamar a la Comisaría 1ra. para que ponga orden. O no contestan o está siempre ocupado el teléfono. También es inútil salir a la calle a pedirles a los alborotadores que dejen de torturarme con sus destemplados sonidos. Es probable que si fuera hasta allá, ni me oirían y si tratara de cortar la electricidad de los parlantes, que recibiera un garrotazo tal vez mortal o que sufriera algún otro tipo de agresión. En una palabra, los piqueteros -la izquierda dueña de la calle- hacen lo que quieren a pesar de ser una ínfima minoría. Y la inmensa mayoría de los habitantes de la ciudad los tiene que soportar poque no tiene a quien recurrir.
Pero si a cada ciudadano honrado y sano le fuera reconocido el legítimo derecho de portar armas, este carnaval siniestro sería imposible. Contra 10 garrotes puede valer una pistola y contra un número mayor de garrotes, unas cuantas pistolas. No propongo iniciar la agresión contra ellos, sólo propongo que se nos dé el derecho de abrirnos paso frente a la prepotente barrera de violencia de los piquetes.
* * *
Tarde o temprano eso llegará. La situación se está tornando intolerable. Entre los asesinatos de los delincuentes comunes y el estrépito y la prepotencia de las izquierdas dueñas de la calle, nos va quedando poco espacio para una vida pacífica. Se acerca, por lo tanto, el momento en que habrá que resistir o renunciar a ser ciudadanos libres de un país civilizado. A la violencia de los piquetes y de la delincuencia habrá que responder con la fuerza legítima de la defensa propia. Y eso estará a un tris de la guerra civil.
Lo que sí puedo asegurarle, estimado lector, es que esto así no puede seguir. No sé que pretenden los ocasionales autores de este despiporre que me ensordece en este preciso instante. Como soy vecino del Ministerio de Trabajo y creo que el ruido proviene de ese lado, probablemente sean comunistas que exigen a ese Ministerio -que ya colabora con ellos ampliamente- obligar a la empresa Kraft a que reponga en su cargo a un dirigente sindical que no es tal sino un vulgar agitador que secuestró gerentes, rompió instalaciones, amenazó compañeros de trabajo con armas porque no querían someterse a sus órdenes y que por esas validísimas razones fue despedido. Esos comunistas están organizados y asistidos por el "partido" y por grupos de estudiantes marxistas dispuestos a todo. Aún a matar. Esos parlantes no son gratuitos ni los poderosos petardos que tiran son tan inofensivos.
Antes de esto y desde temprano, la Policía, en apoyo de lo que está pasando ahora en esta tarde del 3 de Diciembre, había cortado la calle Viamonte (que desemboca en la esquina del Ministerio) con grandes barreras. Y así estuvo todo el día y seguirá sin duda hasta la noche. Los piqueteros ni siquiera tuvieron que molestarse en destacar un grupo para que lo hiciera. La Policía les hizo el trabajo sucio.
* * *
Los "buenos patriotas" que no ven ni oyen esto pueden ignorarlo. No les basta que yo se los cuente en este artículo. Inclusive dirán que exagero. Sin embargo, saben muy bien que este escenario político de pre-guerra civil es tal cual lo describo, pero no están dispuestos a hacer nada para defenderse. "Se tiran el lance" de que no ocurra...
En cuanto a las FFAA que lo saben, que saben también que si este "putsch" de la izquierda triunfa ellos estarán entre las primeras víctimas, no están dispuestos a mover un dedo para detener esta amenaza. ¿No se acuerdan de lo que pasó en el Cuartel de la Montaña de Madrid, en 1936, al comienzo de la guerra civil española? Tal vez ni lo sepan ni lo quieran averiguar. Allí los grupos de izquierda asesinaron a todos los militares que estaban en el cuartel, y en las formas más crueles que puedan imaginarse. El odio incentiva la imaginación de los criminales y les sugiere siempre nuevas formas de matar, cada vez más crueles.
Es indispensable que los argentinos de bien que todavía queden en este suelo exijan que el gobierno imponga orden y respeto al Derecho, y si éste no puede o no quiere hacerlo, que se nos reconozca, por lo menos, el derecho de armarnos. Estamos, lo repito, a un tris de la guerra civil y sin armas seremos arrollados y esclavizados, como ocurrió en la Rusia de Trotzky, en Cuba, en la Venezuela de Chavez, en la Bolivia de Morales y en tantos otros países desgraciados que cayeron bajo la tiranía del marxismo.
Cosme Beccar Varela
No hay comentarios:
Publicar un comentario